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Encuentros
Por Armando Rodríguez
Hoy, 25 de Septiembre de 1999, presencié un encuentro que tardaré en olvidar, después de 37 años mi Madre y mi Padre volvieron a coincidir en el mismo recinto. Mi Madre se presentó ante él y después de algunas frases contextuales y otras anecdóticas, hizo un breve pero elocuente silencio mientras lo miraba…finalmente se le acercó y lo acarició con la cara, este fue el resumen de casi 40 años de historia. Cuánto dolor había en aquella caricia al frío mármol de su tumba, cuánto no habrá soñado mi Padre con esa caricia.
Mi Padre abandonó Cuba por motivos políticos en 1962 dejando por detrás a mi madre, a mi hermana y a mí. Pensando quizá, como muchos, que aquella Revolución no podía durar o que eventualmente se reencontraría con su familia. Pero ya sabemos que nada de eso ocurrió. Ella no tuvo más nunca otro hombre, se concentró en su trabajo y a la Revolución. El jamás rehizo su vida, no pudo soportar el régimen de Cuba pero tampoco logró encajar en la dinámica de los Estados Unidos; vivió añorando su antigua vida, sus hijos y su esposa hasta que en medio de una terrible depresión se suicidó en 1978.
Mi Madre, gente optimista, emprendedora y activa, líder natural, no le faltaron éxitos antes de la Revolución y hasta logró éxitos después de la misma sin ser jamás miembro del Partido Comunista ni tener oficialmente un cargo de dirigente en lugar alguno. Mi Padre era hombre de una gran bondad pero gente de acordes menores. Su felicidad fue el optimismo y las ganas de vivir de mi Madre. No obtuvo éxitos materiales en el país de las oportunidades, pero sin embargo cosechó algo aun más difícil: amor. A los 20 años de su muerte, una prima tercera le dio una misa a la que asistieron decenas de personas. El sacerdote en su sermón dijo “Muchas misas he dado a muchos difuntos recientes pero nunca a alguien ya desaparecido hace tanto tiempo, ¿cuanto amor tiene que haber sembrado este hombre que nunca conocí para que hoy, 20 años después, todavía coseche este cariño?”.
En 1972, habiendo heredado el carácter de mi Madre, logro una beca en Suecia, mi Padre se entera, reúne sus pocos quilitos y me va a visitar a Upsala. Sin calcular el nivel de represión a que estaban sometidos los cubanos en el exterior, cae en indiscreciones y el Partido de la embajada Cubana se entera antes que yo de que está ahí para verme. Rápidamente se me instruye que se me prohíbe reunirme con él y que mi deseo natural de verlo después de once años de separación constituía una debilidad ideológica, que lo que demostraba era que no estaba preparado para salir del país. Tuve que llamarlo por teléfono bajo vigilancia y decirle que no lo vería. Lo oí llorar al teléfono y lloré yo también. El motivo que aludí para rechazar el encuentro fue algo que en parte era cierto, le dije que lo normal era que las personas sufrieran la muerte de su Padre una sólo vez, que ya yo la había sufrido cuando el se fue y que no quería volverla a sufrir. Eso último era la parte que no era verdad, con tal de volverlo a ver una vez más, si! si!, estaba dispuesto a sufrir la separación otra vez, pero eso no lo podía decir.
El remordimiento y las ganas de verlo pudieron más que el miedo y aquella madrugada del día antes de su partida logré escapar y me reuní con él en cuarto de su hotel. Pero ese furtivo encuentro no fue suficiente para compensar las tristezas de los días anteriores. Además vio a un joven confundido y atemorizado que no supo estar a la altura de su cariño. Por su parte él nunca supo del castigo que recibí por aquel triste encuentro, no sé si el saberlo lo hubiera confortado de conocer del riesgo que tomé en aquella oportunidad o si esto lo hubiera hecho sentir culpable y peor aún. Se me negó el permiso para defender mi doctorado en Suecia, más tarde se me negó hasta defenderlo en Cuba y finalmente perdí mi cátedra en la Universidad de la Habana. No me permitieron salir más de Cuba hasta 4 años después de conocerse de su muerte.
Mi madre aun no se permite el no creer la Revolución por la que una vez sacrificó su familia y fue su influencia intelectual uno de los factores que retardaron 30 años mi rompimiento con el Castrato. No fue hasta que por la casualidad y algunos éxitos en el trabajo me vi entre las altas esferas y conocí personalmente al dios del proceso, que logré concientizar lo mucho detestaba aquello. Me enredé en acciones disidentes y comprometedores escritos, pero pude escapar del país en 1992.
Siete años después de la fuga, mi madre logró una visa para visitarme en los Estados Unidos. Ella fue recibida sin rencores por este exilio que aunque dolido e intransigente, son también las personas que quisieron a mi Padre, no caben rencores con la que él reconocía había sido la mujer de su vida. Tampoco quedaba rencor en mi madre y encuentro tras encuentro sólo afloraron aquellos buenos tiempos vividos y todos le trasmitieron su tristeza por el lamentable destino de mi padre, todo amor, que faltándole aquella mujer, la alegría de vida que se le quedó en Cuba, no logró sobrevivir hasta este encuentro de hoy que resume toda esta historia de amor que deja a Romeo y Julieta al nivel de comedia.