Esta historia es de esas que son demasiado buenas para ser inventadas por humorista alguno. Sucedió en un viaje que hice a Japón en 1986 como parte de un esfuerzo de EICISOFT de exportar software a ese país y adquirir hardware producido allí. Estas operaciones las hacíamos a través de Medicuba, firma de importación de productos médicos. Terminando con la descripción del escenario introduzcamos al personaje central de la historia, Tony, que sería el representante permanente de Medicuba en la Oficina Comercial de Cuba en Tokio. Tony acababa de llegar hacía apenas una semana. Todavía no le llegaba su familia, ni sabía manejar en Tokio. Para un cubano, esto último no es nada trivial, baste imaginar lo que sería manejar por una de esas estrechas calles de la Habana vieja, como por ejemplo Obispo, con timón a la derecha, doble sentido y parqueo a ambos lados... en fin que aun había que llevarlo y traerlo.
La noche anterior al día del cuento, Tony había estado de guardia en la Oficina Comercial. Si, porque en todas las misiones de Cuba en países capitalistas siempre alguien debía estar de guardia, por aquello de si el imperialismo se atrevía a atacar. Como no creía que existiera antecedente que justificara esa medida, no podía evitar que esas guardias me recordaran aquellas "guardias imaginarias" con que se acostumbraba a castigar las indisciplinas menores en las escuelas militares...elemento! de las cero 100 a las cero 300 horas va a cuidar Ud. que ese árbol no se me mueva de ahí!. Por la mañana como no había quien lo llevara a su casa y en Tokio todo el mundo vive lejos, le ofrecí mi habitación del hotel para que descansara de su "imaginaria". Con ese propósito, Toni partió hacia el hotel IBIS que estaba a unas cuadras de la Oficina. Lo que el no sabía, ni yo sabía que el no sabía, era que el día anterior, a mi solicitud, el hotel me había cambiado de habitación para una con televisión bilingüe. Tony llegó a la carpeta y pidió la llave por el número de mi habitación original siendo ésta ya la de otra persona..
Sin fijarse demasiado Tony entró en la habitación, realizó todas sus operaciones de aseo y se acostó a dormir. Algo no le dejaba conciliar el sueño sin que lograra darse cuenta de lo que era, cuando de pronto lo golpeó….!Donde esta la pacotilla!. Se levantó de un salto y comenzó a registrar closets y gavetas… definitivamente, aquel cuarto estaba desprovisto de toda aquella mercancía barata, ropa, electrodomésticos ligeros, etc. que todos cubanos, sin excepción, iban comprando con el dinero de su dieta para llevar a sus casas en Cuba y que solían llamar "Pacotilla" o la "Paco" para abreviar. Estaba claro, aquella habitación no era de ningún cubano, sin terminar de despertar completamente recogió todas sus cosas, trató de borrar toda huella de su presencia en el cuarto y huyó de allí despavorido temiendo el encuentro con el verdadero huésped. Bajó a la recepción y esta vez, en lugar de un número de habitación, mostró una tarjeta de presentación mía y le dieron otra llave, en esta ocasión, la correcta.
Entró a mi habitación y una vez que comprobó la existencia de Pacotilla, exhaló un suspiro de alivio y se dispuso a entregarse a su merecido y reparador sueño. Durmió varias horas hasta que regresé de la oficina y lo desperté. Enseguida comienza a contarme de su aventura como protagonista de una nueva versión de "Risitos de Oro", pero noté que su voz sonaba extraña, como con demasiadas efes, con un cercano parecido a aquel personaje bufo que gritaba… "por efo eftamof como eftamof". Cuando sonrió la cosa quedó clara, Tony no tenía un sólo diente en aquella boca, pero con la dentadura postiza no lo había notado hasta ese momento. Dándose cuenta de que lo miraba raro, sin terminarme el cuento, se excusó y partió hacia el baño a ponerse los dientes, de pronto… un grito de espanto.."lof dientesf !!!, sfe me quedaron losf dientef". Todavía sin comprender, de manera atropellada me escupe aquel cuento, en lo que me halaba por el pasillo en pos de la habitación en la que había entrado por equivocación. Sin éxito traté de escapar de aquella situación ridícula preguntándole porque tenía que ir yo con él, pero se trataba de que no se sentía seguro con su inglés para esa trascendental gestión.
A jalones y empujones llegué ante la puerta del transgredido japonés a la que toqué tímidamente, segundos más tarde entreabrió la puerta el transgredido con una sonrisa abundante en dientes y se inclinó japonesamente o como decíamos los cubanos, "dándonos lomo". Acto seguido comenzaba a explicar aquella increíble situación. La historia avanzaba en mis labios y el transgredido, no decía nada, sólo mantenía la misma sonrisa conque abrió la puerta. Una vez concluida la penosa parte de la trasgresión, viene el puntillazo, "but you see… he left his teeth in your room", eso Tony lo entendió y apoyó mi explicación apuntando con su dedo hacia sus desnudas encías mientras le ofrecía una patética sonrisa. Al parecer eso fue lo único que el transgredido logró o quiso entender de toda mi diplomática y larga intervención y fue cuando dijo aquello de…
Fulontu Desku.
Ahora era yo el que no entendía nada, "What?" y era yo el que ahora apuntaba hacia la boca de Tony, que apoyaba mi gestión volviendo a enseñar sus encías. El japonés repetía "Fulontu Desku" y apuntaba hacía abajo ... "you dropped the teeth!?". El japonés apelaba a toda su mímica mientras repetía "Fulontu Desku". Hubo un momento en que hizo como quién atendía un teléfono y en medio de aquello que se enredaba cada vez más se me hizo la luz.. "disku dulaivo" es disk drive dicho por un japonés, MacDonald es "MacDonaldo", la línea del metro Grey Ring es "Guley Lingo", Coño! "Fulontu desku" era Front Desk. El trasgredido ya había enviado los dientes la carpeta del hotel. Le dimos muchísimos lomos al trasgredido al tiempo que nos alejábamos hacia el Fulontu Desku.
Cuando llegamos ante el fulontudeskero, empecé por la misma explicación. Aquel japonés no mostraba indicios de saber de que se trataba, pero vi que amenazaba con repetirse la misma ridícula escena del cuarto del transgredido, me detuve y apunté hacia la boca de Tony, que gentilmente me apoyó con una patética… sin que se le escapara el más mínimo gesto de absolutamente nada, se retiró hacia una oficinita y regresó con una bolsa plástica conteniendo una dentadura postiza. Al verlo Tony puso una patética de oreja a oreja, el fulontudeskero nos dio un par de lomos y Tony le devolvió una decena ellos en lo que nos retirábamos.
Es curiosa la forma sutil que tienen los nipones de gozar un buen ridículo, estoy seguro que tanto el transgredido como el carpetero sabían de qué se trataba desde el mismo momento que nos presentamos ante ellos. Un occidental no hubiera podido resistir la tentación, de demostrarle a la víctima del ridículo que éste no había pasado inadvertido. De sólo verlo aparecer, un cubano, por ejemplo, le hubiera espantado algo como..."así que loj dientej, no?", un británico..."Mr. Teeth, I presume?, un español... "vive diosh, shi esh el tio de losh dientesh!", pero el japonés, mucho más sutil, saca el máximo provecho de la situación con sólo callar y esperar, esto obliga a la víctima a explicarle su ridículo, logrando que haga otro peor aun. A mi no me queda duda superioridad del "vacile" japonés.
Si alguna vez volviera a ver a Tony, es muy probable que no lo reconozca hasta que no se quite los dientes.