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El Aparato (4/11/98)

Es el más reciente nombrete que la gente le ha buscado en Cuba al siniestro “Departamento de Seguridad del Estado del Ministerio del Interior”. Tengo los más oscuros recuerdos de mi relación con El Aparato,  no porque me haya detenido, interrogado o aprehendido sino porque me utilizó y logró sacar lo peor de mí para sus propósitos. El episodio que me apresto a contar, aunque llena la más oscura época de mi vida, no es sobre mí, es sobre el Aparato y sus métodos.

No sé a cuanta gente habrán reclutado como a mí, pueden ser muchos y, si la vergüenza los remuerde, es posible que nadie se anime a contarlo. Pero es injusto que esta parte de la historia, que tan bien caracteriza la esencia de un régimen totalitario, se quede sin contar  permaneciendo como única imagen de este engendro la de los Seriales de televisión.

El Reclutamiento

Todo empezó en aquella llamada “Escuela de Verano”, organizada por la Facultad de Ciencias de la Universidad de París (FCUP). Visitan la la Escuela de Física de la Univeridad de la Habana un grupo de profesores e investigadores  asociados a la FCUP (1970), sugieren la Física del Estado como el tema ideal de investigación debido a su actualidad y que demanda mucho menos recursos que otros temas como ‘partículas elementales’, ‘astronomía’, o ‘fisión nuclear’. En 1971 regresa la Escuela de Verano con más profesores y la participación por parte de profesores y alumnos ayudantes de la Escuela de Física, es en esta ocasión que tengo la posibilidad de participar. Rápidamente hice amistad con algunos de los profesores extranjeros.  Alguien dió el pitazo de este acercamiento y fue entonces cuando mi jefe Antonio Cerdeira y Altuzarra, que además era dirigente del partido no recuerdo si también su Secretario General, me dice que hay una persona que quiere hablar conmigo, aquello sonaba extraño.

La tal “persona” resultó ser un oficial del Aparato, este me dijo que se me había seleccionado por mi trayectoria  y por la relación que había logrado establecer con los profesores de la Escuela de Verano, que la CIA solía infiltrar agentes entre esos grupos que visitaban el país y que se requería que diera “el paso al frente” como lo había dado cuando aquello de las “Armas Estrátegicas”. Me alivió pensar que se me devolvía la confianza que se me había retirado cuando en el 1970 la Juventud Comunista planteó que no debía dejárseme graduar, por haber expresado cosas como que ‘el materialismo implicaba un acto de fe al igual que el idealismo’ junto con otras “dudas filosóficas”. En aquella oportunidad acepté gustoso la tarea aunque mis informes no deben haber sido de su agrado pues sólo decían cosas positivas de aquellos visitantes.

No volví a saber del Aparato hasta 1972 en que me gano aquella beca a Suecia. Fue en medio de mi fiesta de despedida, grande como pocas de las muchas que se dieron en aquel apartamento del piso 17 del FOCSA, amenizaban, José María y Sergio Vitier, Sara González, Portillo de Luz y aun otros más que ya no puedo detallar, cuando suena el teléfono, una llamada urgente para mí de una tal Nadia... es Nadia  de la Seguridad… baja que tenemos que verte impostergablemente... pero estoy en medio de mi fiesta de despedida... no hay caso, si no te vemos no puede haber salida mañana. Estaba claro que el poder del Aparato sobraba para eso. Bajé, me montaron en un carro y me llevaron a otro apartamento de un edificio no muy lejano donde habían varios oficiales más, me dan a firmar un papel donde aceptaría ser agente para el Aparato. Aquella encerrona con más tragos de la cuenta arriba y viendo el viaje a Suecia en “el pico del Aura”... nada , que firmé todo lo que pusieron delante. Me preguntaron que nombre quería como agente, engurruño el ceño y me explican que niguno operaba en el Aparato con su nombre de cuna, todos los nombres que conocía de ellos eran “nombres de agente”. Ah!... Luis, les dije, no se porque fue el nombre de mi amigo Luis Xudiera el primero que me vino a la mente. Con la misma, me dan la misión de recopilar información de inteligencia sobre asuntos que se me informarían a través de alguien que me contactaría allá en Europa. Me devolvieron a la fiesta, la gente estaba tan arriba que muchos ni cuenta se dieron de mi ausencia, yo necesité unos cuantos tragos más para disipar los efectos del mal rato.

El tiempo pasaba en Suecia y nadie me contactaba, hasta que en una ocasión coincidí en París con Magaly Estrada. Fui allí para reunirme con a uno de aquellos profesores de la Escuela de Verano que ahora iba a ser el tutor de mi tesis doctoral. Magaly Estrada, físico también y esposa de mi jefe en la Escuela de Física, sí, aquel que me introdujo por primera vez a la “Persona” del Aparato.  En cuanto se pudo quedar a solas conmigo me dice que viene de parte de Nadia, bomba… yo que pensaba ya que me había librado, pero para mi sorpresa no viene a darme una misión sino a pedirme los informes sobre una que ya debía haber cumplido. De que me estas hablando?! Muy misteriosa ella me dice: tu sabrás, esa era tu misión… que misión? Se suponía que alguién aquí me diría lo que se quería que yo hiciera... Entonces no tienes informes... pues no!... HUMM! Allá tú, prepárate, con esto no se juega, Armando... Y me abría los ojos como quien no quisiera estar en mi pellejo.

Quedé muy preocupado después de aquel encuentro, habré estado tan borracho que olvidé la misión? Dudoso, el terror de aquella noche había sido tal que todo lo recordaba en  buen detalle, cómo iba a ser posible que olvidara lo principal.  A mi regreso a Cuba otro oficial, Onel (nombre raro y posiblemente tan falso como el Luis que adopté aquella noche del reclutamiento),  me volvería a pedir la información, y de nuevo se repetiría... qué información?... se te dijo bien  lo de la información sobre el SIDA (no el Síndrome, en esa época aún ni se hablaba, sino el Swedish Internationa Development Authority)...  de alguien habérmelo dicho le hubiera contestado que eso era absurdo, no tenía ningún acceso a esa institución, me llevaron una sóla vez de visita, yo ni siquiera vivia en Estocolmo, solo sé que es la que pagó la mitad de mi beca, la otra la pagó la UNESCO... tenías que buscar la forma de obtener la información que te pedimos… que información?... nada, nada... ya no vale la pena, nos fallaste... Una beta amarilla me corría por la espalda, qué consecuencias iba a tener aquello? Por cierto en aquella entrevista me pidieron los documentos que traje de Suecia para fotocopiarlos y algunos nunca me los devolvieron, y no tenía a quien reclamarle, quedaba claro que estaba impotente ante el Aparato.

No me daba cuenta entonces que estaba siendo víctima de un procedimiento estándar, que después practicarían conmigo una y otra vez. El agente se tiene que sentir que no está a bien con el Aparato, que está en deuda, que te tienen anotada “vez al bate”, en resumen, inseguridad ante el Aparato. El agente debe sentirse siempre como ”Objetivo” y nunca como miembro. La relación del Aparato con el agente no se basa en la confianza sino en que este último actúe por miedo al primero. Al Aparato ni siquiera le importa la ideología del agente, el miedo es más confiable que todas las convicciones. El Aparato es un diseño diabólico capaz de funcionar hasta con puros disidentes.

El Encuentro con los Canadienses

A mi regreso de Suecia me encuentro con que otra especie de Escuela  de Verano está sucediendo en la CUJAE (Ciudad Universitaria José Antonio Echevarría, un spin off  tecnológico de la Universidad de la Habana ), aquí la organización era el CUSO (Canadian University Services Oveseas) y ya algunos miembros de mi laboratorio, el LIEES (Laboratorio de Electrónica del Estado Sólido), participaban en los cursos sobre Circuitos Integrados que se impartían. Enseguida establecí contacto con aquellos profesores por un interés profesional, en esos días el grupo de profesores hizo una fiestecita para despedir a algunos que ya regresaban y fui de los invitados, el dominio del inglés facilitaba las relaciones.  Conocí a mucha gente en aquella fiesta, gente a las que ya el resto de los compañeros míos de laboratorio conocían pero yo no por estar recién llegado.

Algún otro reclutado como yo reportó mi presencia en aquella fiestecita y enseguida me citaron para pedirme informes escritos sobre todos los presentes y regañarme por no haber sido yo el que los llamara para informar. No entendía por qué todo extranjero resultaba automáticamente un objetivo del Aparato, toda aquella gente parecía muy bien intencionada y su actividad no trascendía el área ni el personal de la Universidad. Bueno ante la insistencia de Ricardo (nuevo oficial que me atendía), escribí una caracterización de cada uno, no eran mucho más que primeras impresiones , al que más conocía lo habría visto un par de veces.

Al otro día me llama Ricardo, me dice que baje al lobby del FOCSA que me pasan a recoger, me extrañó tanta gentileza. De un VOLGA me hacen señas ,uno al timón que no conozco pero otro ya conocido (Onel),  me acerco y monto, no había aun terminado de arrancar bruscamente el carro cuando Onel saca su pistola Macarov  y la pone ruidosamente sobre la pizarra, con la misma me dice amenazante… tú crees que vaz a poder jugar con nosotros? Todo fue tan rápido que ni tiempo le dió al miedo a apoderarse de mí y respondí con otra pregunta...(todavía en poder de mi dignidad) de qué se trata esto?… Tú crees que estamos todavía aquí (aquí implicaba ‘frente al imperio’) por comemierdas?... El corazón se me salía por la boca porque pensé que habían descubierto lo de aquel encuentro que en secreto había tenido con mi padre cuando este me visitó en Suecia desde Miami, siempre tenía terror de que el Aparato me fuera a descubrir aquello, en eso sacó el informe que le había hecho yo a Ricardo sobre los canadienses... qué alivio, fiuuuu... El carro corría a unos 100 Km/h por las calles del Vedado como para demostrarme que ellos estaban por arriba del cualquier ley, que estaban locos y que no les importaba morirse, querían meterme miedo y lo estaban logrando a la perfección... miraba a Onel a los ojos mientras descargaba su ira y no pronunciaba palabra por temor a que me tremolara la voz, si esto era por un informito no quería imaginarme lo que sería el que se enteraran de lo de mi padre. El carro seguía en su loca carrera Paseo abajo, Onel seguía su descarga mientras sujetaba la pistola que amenazaba con volar de donde la había puesto, el carro saltaba incapaz de dibujar el relieve de terrazas a esa velocidad, por poco arroyan a un negro a la altura del Potin y Onel interrumpe su diatriba para comentar jocosa e irresponsablemente con el chofer... le llevaste el estampao e’la camisa al negro…y con la misma sigue... Quien es este Líonel Martin que tú dices que es un americano comunista?... tú le viste acaso el carnet del partido?... (a duras penas logro articular) bueno... es una forma de resumir la manera en que se manifestaba... Nunca más me digas que un objetivo es comunista o buena gente, vociferó Onel. Aquella descarga, donde se sugería una intensión de apañar al enemigo, seguía sin yo saber adonde me llevaban ni que sería de mí, el carro que había tomado una derecha chireante de Paseo a Malecón entró por la calle 19, por el costado del Hotel Nacional y se detuvo de golpe en el ‘Pare’ de 19 y M (esquina Sur Este del FOCSA) después de haberse llevado rojas y Pare’s ad livintum. Te puedes bajar, me dice Onel (creo haber respirado por segunda vez en ese momento, la primera fue el... fiuuuu), de ahora en adelante voy a revisar todos tus informes y recuerda que aunque tenemos muchos enemigos, tenemos también muchos amigos… (hace una pausa y con una sonrisa irónica añade) como tú... Luisss. El carro se alejo chirreando.

Que confusión! No sabía si estar abochornado u ofendido, yo no me veía contrarrevolucionario, no era su enemigo pero había comenzado a odiar a ese Aparato. Que mal me sentí, y aun me siento, por no haber tenido los c… de decirles que si no confiaban, pues que se buscaran a otro, que no aceptaba aquella relación humillante e indigna con el Aparato, en resumen, váyanse a agitar a otro comemierda a casa del carajo... pero no los tuve, ni ese día ni en ninguno de mis encuentros con el Aparato en mí época de agente.

El Psiquiatra

A pesar del susto mis informes sobre los canadienses no mejoraron mucho, es que no había mucho que informar, pero le describía en detalle las tertulias y conversaciones, aunque insulsas y al menos esto no provocó más la ira de Onel.

Las reuniones con Ricardo se hacían en una casa por la calle Zanja, no me era fácil llegar pues no tenía carro en aquella época, parece que eso motivo que me cambiaran el oficial para uno con una de las casas secretas más cerca. Estas casas eran auténticas casas de familia, que accedían a cederla para que algún oficial se entrevistara con sus agentes.  Cuando uno llegaba a ella, ya el oficial tenía que estar allí. El nuevo oficial se nombraba Mauricio y su casa secreta era una grande y bonita, estaba en la acera Oeste de la calle 27 a tres casas de J en el Vedado.

Mauricio no sólo me preguntaba sobre los canadienses sino que comenzó a pedirme informes sobre mis compañeros de la escuela de física también. Me explicaba Mauricio, que al principio de la revolución los gusanos proclamaban estar en contra de la revolución y entonces estaba claro quien era amigo o enemigo, pero esos ya se fueron o están presos, hoy en día no hay gusanos sólo “adaptados”,  un adaptado se le conoce por alguna que otra manifestación contraria que se le va, por la ausencia de pronunciamientos positivos, por relacionarse con otros adaptados, por alguna creencia religiosa oculta, por hacer referencias positivas a productos, artistas o autores capitalistas. Me preguntaba sobre algunos adaptados en especial, Norbe López, el vidriero, Juan Chirolde, el Jefe del Taller de Electrónica, Raul Portuondo, un profesor que era católico, entre otros. Debí decirles que ‘esta bueno ya! que operar contra infiltrados fue lo que yo acepté no contra esos infelices compañeros míos’, pero de nuevo no tuve lo necesario para eso, tampoco me ubicaba frente a la revolución en aquel tiempo, todo aquel miedo se mezclaba también con una tremenda confusión de donde estaba el bién y el mal.

Hoy pienso que el objetivo de aquello era, mas que interés en la información, ver si el miedo que les tenía alcanzaba como para que echara pa’lánte a mis propios compañeros, sino lo hacía es podría estar necesitando un refrescamiento del miedo, es decir otro ‘frío’ como el del VOLGA.  El miedo debía ser más fuerte que toda amistad.

Aun con el miedo y la confusión no informé nada que pudiera perjudicar los mencionados pero sabía que no podía insistir mucho en aquello de “to er mundo e bueno” y lo que se me ocurrió fue despacharme con algunos hijos de puta del Partido y la  Juventud que me estaban haciendo la vida difícil, la variante resultó un éxito aplacando al Aparato. Les interesaba saberle, sobre todo, a quien nada se le sabía aun. Eran boberías, simples chismes de tarros, pequeñas malversaciones y rivalidades internas.

También aprendí que la cosa era hablar mucho para que quedara poco tiempo para la escritura de los informes. Es curioso, esta idea me la dió alguien que se decía estaba muy vinculado al Aparato, Arnol Rodríguez, que hizo clandestinidad contra Batista con el 26 de Julio. Me decía Arnol refiriéndose a otros compañeros de él de la época del clandestinaje, “la gente se dejaba matar, para no denunciar a sus compañeros cerraban la boca y no decían nada, error…la cosa es ganar tiempo, en un interrogatorio lo que hay es que hablar mucho, eso crea la ilusión de que la información que esperan los interrogadores está al salir y eso te compra tiempo”.

Tenía que hilar muy fino, cada vez que tenía una de esas reuniones el stress era enorme y tenía al menos una por semana. Esto mantenido por muchos meses afectó mi sistema nervios y empecé con extrasístoles cardíacas y otros síntomas psicosomáticos. Mi madre me sugirió que viera a Gali García en el llamado Hospital de Día del Calixto García. Fui a un par de consultas y me puso un tratamiento de pastillas fortísimas para calmar las crisis de ansiedad, algunas las tenía que tomar hasta cuatro veces al día.  Estas me mantenían como en un sopor pero aún así lograba dar clases y seguir con mis trabajas de investigación, pero esto era debido a mi estado de ansiedad anormal. En una oportunidad mi madre, que por haber estudiado farmacia estima que eso le permite auto medicarse,  tomo una de las que yo al día tomaba cuatro, de las llamadas SONAPAX, por estar, dijo, un poco nerviosa y estuvo entre boba y medio dormida por tres días.

Una vez en una de las reuniones con Mauricio, este me ve tomar una de las pastillas y le cuento lo de mis síntomas y el psiquiatra. Inmediatamente, me dijo que de ninguna forma podía seguir yendo al psiquiatra porque este terminaría sabiendo de mi trabajo con el Aparato. Me dijo que el Aparato me asignaría uno para continuar el tratamiento, que esto era “típico” y que le ocurría a muchos agentes y que ya para eso existía un procedimiento.

Deje de ver a Gali García ante el estupor de mi madre y ahora tenía el doble de reuniones las del siquiatra y el oficial. Las dos resultaron igualmente tensas, el psiquiatra no hacía más que buscar el origen de mis tensiones en mi subconsciente ideológico, todas sus cuentos, pruebas y preguntas iban como buscando la causa del desequilibrio en contradicciones ideológicas con el sistema. Me pregunto si esto también sería el caso “típico” o es que sospechaban especialmente de mí. Recuerdo que en una de la “consultas” habló cerca de media hora apologizando sobre la época en que el había estado en los Estados Unidos, y se concentró sobre las hamburguesas y el magnífico servicio de los MacDonald’s,  me miraba a los ojos mientras me contaba aquello como estudiando mis reacciones. Reacciones que yo cuidaba celosamente para que se mantuvieran entre la cortesía y el desinterés.

A aquel médico desnaturalizado, por cierto nunca me constó que fuera médico siquiera, lo que menos le interesaba era mi salud mental sino obtener más información para el Aparato.  Un día dejó de venir y se limitó a suministrarme, a través de Mauricio, las pastillas del tratamiento que me puso Gali García, las que estuve tomando como por cinco años, yo mismo me fui disminuyendo las dosis, hasta que me quedé sólo con el Valium (ya no me las daba Mauricio) que tomé hasta eso del 1982, dos años después de abandonar la Universidad hacia una empresa perdida en la Industria Sidero-Mecánica y por tanto lejos ya de los Intereses del Aparato que nunca más me contactó como agente.