Go to Home Page

AAAAAAaaaaaa…... 1

El Diodo de Ringa: 3

Mariana. 4

El Cabo. 6

El Bisté. 9

1/13/04

AAAAAAaaaaaa…

Impartía un curso sobre oscilaciones y ondas junto con otro profesor en la Facultad de Física, corría algo así como el año 1978. Ya la Facultad de Física no era lo que fue, Física era la escuela de los “mechaos”, gente muy motivada y generalmente con brillantes expedientes académicos. Tenía fama de que empezaban 100 y terminaban 10. Los exámenes en aquella escuela eran temibles, recuerdo uno de mecánica clásica que duró diez horas y entregué sin terminar por agotamiento.  Tres cosas habían cambiado la naturaleza de aquel centro de estudios: Las cuotas a las carreras; el promocionismo y…bueno, dejemos esa para el final.

Las carreras de más demanda eran las de artes y letras, sicología, biología, arquitectura, las ingenierías y por último las ciencias exactas de las cuales la física era la última, al punto que no tenía ni cuota, así que si alguien tenía mal expediente y no “cogía carrera” siempre le quedaba Física. Por otra parte eran los años en que se le quería vender al mundo que el sistema de educación socialista cubano era el mejor del universo, tan bueno era, que nadie suspendía y así las escuelas primarias y secundarias reportaban el 100% de promoción.  La Universidad, aun se resistía algo a aquella manifestación de estupidez colectiva, pero iba cediendo ante la presión, Física perdía todas las emulaciones por ese acápite y la presión del Partido y la dirección docente se hacía sentir sobre cada profesor. Para ponerle la tapa al pomo, la tercera de las cosas…el plan de “ayuda internacionalista”. La Universidad de la Habana fue conminada a aceptar estudiantes de distintos países de África y la entonces Escuela de Física no se quedó sin su cuota africana. Estos infelices parecían haber caído en una red, pelados, vestidos, bañados (…bueno no tanto) y enviados a América en espiral dialéctica de lo que se hizo con sus ancestros.

Las cosas habían cambiado, pero yo aun me resistía a aceptarlo y era frecuentemente amonestado, mi amigo y compañero de cátedra, no es que aceptara aquello, es que el era así por naturaleza, tenía la tendencia a ser  muy condescendiente en los exámenes, acentuándose esto con las alumnas de buen ver. Éramos Torquemada y el Padre Las Casas.

Aquel curso de Oscilaciones y Ondas nos motivó de manera especial, era primera vez que se impartía  en la Facultad (y última vez que se impartió, por cierto). Preparamos muchísimas demostraciones prácticas, lo que lo hizo un curso ameno. Para muchas de esas demostraciones se usaron los diapasones de afinar pianos y otros instrumentos musicales. Las técnicas de afinación se basan en el efecto de las pulsaciones que consisten, en que cuando las frecuencias del diapasón y el instrumento están cercanas, se escucha una modulación en el sonido resultante, su intensidad se nota que aumenta y disminuye. El afinador ajusta la cuerda hasta que la afinación es perfecta,  las pulsaciones deben hacerse cada vez más lentas hasta que desaparecer.  Para aquellos alumnos del continente negro aquellas demostraciones no pasaban de ser actos de magia y las clases, algo así como una misa en latín (apenas entendían el idioma).

Llega el día del examen final oral de aquella asignatura y la cosa iba así, cuando ya yo decidía que alguien estaba suspenso, llamada al Padre las Casas para que constatara que no se trataba de mi habitual tendencia, sino de que la ignorancia iba más allá de todo lo aceptable. Por su parte, cuando él se veía en la irremediable, imperiosa e ineludible situación de no poder aprobar a alguien, entonces me llamaba para que lo suspendiera el cruel Torquemada. Así pasó con este personaje capturado en las selvas de Nueva Guinea, que no le había logrado decir nada coherente a Las Casas y fue cuando éste me llamó para que le escuchara hacer la “pregunta de la muerte”. Se trataba de alguna pregunta bien sencilla, en extremo fácil, como para que no quedara duda a nadie de que se trataba del suspenso patrón.  En este caso fue aquella de: que pasaría si dos diapasones uno de 1000 Hertz y otro de 1010 se hicieran vibrar al tiempo? para salvarse solo tenía que decir el vocablo “pulsaciones”. Al oír la pregunta, al capturado se le iluminó el rostro, al ver aquello pensé, maldición! la va a contestar y ahora verá Ud. que la agonía pica y se extiende!.. El capturado se mostraba contento pero no acababa de pronunciar la palabra mágica que lo salvaría del suspenso inminente. Nos hacía un gesto de que esperáramos y limpiaba su garganta, cuando parecía que ya iba a contestar, volvía a limpiar y así varias veces hasta, ya posiblemente percibiendo en mi rostro el 10 de mi conteo interior para el “knockout”, nos dejo escuchar en suave tono, en la mejor afinación que le fue posible y sin el menor trémolo la vocalización AAAAAaaaaaa…

 

El Diodo de Ringa:

El Ingeniero Folgueras era de los tipos mas ocurrentes y agudos que he tenido el gusto de conocer en mi vida. Los alumnos temían más a sus sarcasmos y mordaces comentarios que a lo duro de su calificación. Su fama se gestó en los laboratorios de electrónica donde pasaban a la historia comentarios como aquel sobre el poder hipnótico de los osciloscopios y el célebre diodo de Ringa.

Otro personaje, célebre este por todo lo contrario, lo apodaban con el triste seudónimo de Musolini, el terror de los transistores. Musolini, sometía a los instrumentos y montajes de los laboratorios a las mas increíbles torturas.  Se comentaba que los dedos de Musolini era tan gruesos como bates de pelota y el más delicado de sus movimientos era capaz de romper cosas que nadie nunca pudo sospechar que podían romperse.  Era común en los laboratorios de electrónica que Musolini llegara ante Folgueras con el transistor que debía montar faltándole una o más patas, estas las había logrado partir por fatiga al intentar introducirlo en su base cualquier número de veces.  Musolini tampoco tenía paz con las puntas de prueba del Osciloscopio, las que lograba demoler al más ligero contacto.  Hay que reconocer que Musolini no era el único cuya torpeza experimental tuviera que registrar la historia, muchos buenos físicos teóricos fueron también temibles en los laboratorios y más de uno dejó huellas permanentes en los más robustos equipos.  Lamentablemente, Musolini extrapolaba su torpeza también al área teórica. Fue precisamente ahí donde su anécdota quedó grabada para siempre en la historia de la Escuela de Fisica.

Presentaba Musolini el informe de la práctica de rectificadores a Folgueras, éste, notando que el informe no estaba en su inconfundible estilo sucio, pero incoherente, sospechó que había sido ayudado en medida que trascendía lo aceptable y decidió hacerle una pregunta complementaria…”dibújeme el gráfico de la característica voltaje / corriente del diodo semiconductor”, le pidió. Musolini, que era muy decidido y osado como todo buen ignorante, pegó a dibujar un gráfico, con numerosas curvas llenas de máximos, mínimos, puntos de inflexión, asíntotas y cuanta cosa había visto en los libros de geometría analítica, transformaciones conformes y la madre de los tomates. Folgueras, que ya se impacientaba con el tiempo que estaba tomando aquella obra pictórica, decide mirar por encima del hombro de Musolini y comentó en voz alta que todos pudieron escuchar…Ah, pero esas son las curvas del Diodo de Ringa! Verdad? Musolini alegrándose de haber adivinado algo, le contesta también a viva voz (si porque Musolini normalmente hablaba gritando)…Si, Si, claro, me refiero al diodo de Ringa, por supuesto! Y vuelve a preguntar Folgueras: conoce Ud. que es lo que distingue de los demás al Diodo de Ringa? …e, er, eh, gulp! No, realmente no puedo recordar ahora…Pues, el Diodo de Ringa es un Diodo que conduce para donde le sale de la P.., recoja su informe y no vuelva hasta que no se sepa el tema decentemente.

Folgueras fue amonestado por su sarcasmo y vulgaridad, pero nada de eso evitó que aquel episodio se tornara en leyenda, ni podrá evitar que sea recordado por siempre, generación tras generación de físicos.

Mariana

Mariana la loca, así le decían aquella alumna de ojos verdes que le bailaban en las órbitas. Lo de la loca, no era loca así como uno suele llamar a personas audaces, generadoras de anécdotas o desatinadas, Mariana era realmente una paciente psiquiátrica, su médico (más loco que ella, al parecer),  recomendó que Mariana estudiara física. Mariana vivía en total desatino e incoherencia pero tenía destellos de lucidez, casi suspendía pero en eso, un destello y lograba aprobar alguna que otra asignatura por un pelo o también era que llegaba a enloquecer a los profesores al punto que éstos consentían en aprobarla con tal de salir de ella. Recuerdo haber oído a uno que en total desconcierto en medio de un examen oral le decía, “Es que a Ud., Mariana, uno le pregunta como se monta una bicicleta y Ud. le responde como se toca una flauta”. Lo peor era que Mariana tampoco tenía que aprobarlas todas, cuando la cosa se le ponía fea, su psiquiatra le daba un certificado para que se le otorgara licencia médica y al año siguiente insistía en las asignaturas pendientes, de manera que era imposible para la Escuela de Física librarse de Mariana, calculo que estuvo unos diez años en sus las aulas.

Así fue hasta que pasó lo inevitable, Mariana me cayó en el aula. Impartía el curso de electrónica nocturno para trabajadores, algunas clases terminaban bien tarde, a veces era mi aula lo único vivo en aquel edificio, pienso que eso hacía que sus locuras resultan aun más exasperantes. Era normal, que Mariana, en una clase de problemas hiciera una pregunta correspondiente al primer problema cuando ya iba por el tercero, o quizá preguntara algo de la clase teórica de hace varios días o simplemente sobre temas que no tuvieran nada que ver, como los de otra asignatura, carrera, los para-normales o los OVNI.  Especialmente inconveniente se comportaba en las pruebas o exámenes en que insistía en hacer preguntas en voz baja al estrado, por suerte, yo siempre tuve por norma el no aceptar durante el examen preguntas que no pudieran hacerse desde el asiento, de manera que no tenía que negarle ese acceso a ella en particular, pero su presencia hacía que fuera especialmente estricto en el punto.

Los turnos de clase eran de dos sesiones de 50 minutos con 10 de receso, cuando había prueba, esta ocupaba una de las sesiones. Yo prefería dejar la prueba para la última y así evitar que los comentarios de la misma trascendieran a la segunda en que habría que impartir materia. Uno de esos días de prueba, entro a la clase y noto que Mariana se había hecho acompañar por un personaje alto y corpulento como ella, de aspecto campesino, con sombrero de yarey y todo, al que sentó a su diestra. Cuando estaba a punto de preguntar que hacía esa persona ahí, me explicó, sin que llegara a hacerlo, que se trataba de su tío que acababa de llegar de Remanganagua y ella lo había ido a buscar a la terminal de ómnibus que estaba cerca de la Universidad. La explicación, aunque con cierta coherencia, no dejaba de tener un sabor marianesco, no obstante acepté de momento aquel absurdo y comencé la clase. La situación, más el colorido del personaje, me robaban la atención de los alumnos, éste no solo me dispensaba una atención como si entendiera a cabalidad lo que se decía, sino que Mariana lo había puesto a tomar sus notas de la clase. El tío estaba tan o más loco que ella.

Así transcurrió el primer turno, cuando empezó el segundo, que se trataba de la prueba, veo que, en total surrealismo, el personaje se acomoda en su asiento y se dispone a hacer lo mismo que el resto, fue entonces que me dirigí Mariana y le dije que se trataba de una prueba y que solo podían estar presente los que tenían que tomarla y que por lo tanto, su tio debía salir y esperar afuera a que esta se terminara. Con tremendo disgusto, el personaje se levantó, se puso su sombrero y se marchó refunfuñando. No se alejó mucho, se quedó en la puerta, a la vista, no mía, pero si de los alumnos. La prueba ya había comenzado pero Mariana, a cada rato, le hacía una seña o le hablaba sin sonido. De pronto, noto que se agita el ambiente, los alumnos se miraban unos a otros hasta que uno de ellos levanta la mano y dice que tiene que hacerme una pregunta a la mesa,  yo le digo que se quede en su asiento y les recuerdo al aula de mis normas estrictas al respecto, el alumno insiste, me abre los ojos y dice que es importante la pregunta, otro alumno me dice…profesor deje que le hagan la pregunta! A esas Alturas, ya Mariana estaba levantando la mano también… y digo…ven porque es que no puedo aceptar preguntas a la mesa?…pues no! si no pueden hacerlo desde el asiento, ni hablar! Noto que los alumnos se miraban unos a otros, como llegando un acuerdo sin palabras. Fue entonces, que uno de ellos se levantó sin premiso llegó hasta la mesa y, antes de que pudiera regañarlo por ese atrevimiento, me espanta al oído…”el loco tiene un cuchillo! y lo tiene en la mano!”. Nòo!, situación! …Se me ocurre decirle: ”Oye, que no entregue nadie, vamos a dejar que sea Mariana la primera que lo haga, para ver si cuando se vaya se lo lleva pal carajo”.

Todo el mundo permanecía en su asiento como si trabajara sobre su prueba y con el rabo del ojo vigilaban al loco y miraban con ansiedad a Mariana que se comportaba como si nada. A cada rato me hacía alguna de sus preguntas, de esas que uno no sabe por donde tendría que empezar a explicar, pero me acuerdo que, con tal que entregara, le decía ..si Mariana, por ahí mismo va la cosa…con ese tipo de respuesta quedaba satisfecha y para alivio general no demoró en entregar su examen, todos siguieron ansiosamente con la vista a Mariana mientras salía del aula, pero las esperanzas de que se llevara al tio quedaron frustradas, ahí estaban ahora los dos en la puerta esperando, no sabíamos exactamente a que. Las consultas en la mesa se sucedían ahora una tras otra. Para quien era el cuchillo? Yo pensaba que era para mí, pero había alumnos que insistían, con rigor matemático que… “no necesariamente!”,  añadiendo que “nosotros nos reíamos del tipo allá atrás, quizá la rifa nos la sacamos nosotros!”. En fin que nadie quería ser el primero en salir no fuera ser que resultara el elegido de la ira sujeto. Fue entonces, que propuse…bueno, que entregue todo el mundo y salimos todos juntos haciendo bastante bulla y cogemos escalera abajo … así salimos en tropel de aquella clase, Mariana vociferó varios nombres hacia aquel grupo despavorido, quizá para preguntar como habían salido o para comentar el examen, pero no hubo bravo que se detuviera.


El Cabo

Alejandro Cabo y Montes de Oca, este nombre de tanta alcurnia corresponde a un simple mulato de Marianao, pero ese mulato es el tipo mas inteligente que he conocido en mi vida, si hoy no es premio Nobel, es precisamente por haber nacido en Marianao.

Conocí al Cabo, así le decían, nunca nadie le llamó Alejandro, cuando coincidimos en el primer año de ingeniería eléctrica. Ya traía fama del año de nivelación que estúpidamente hicieron cursar a todos la que veníamos de “Liquidación de Bachillerato” o sea del viejo sistema de estudios que la Revolución estaba “superando”. Pero bien, ya me había llegado que había un “volao” que se llamaba “El Cabo”.

El Cabo transitaba por aquella ingeniería sin estudiar, al decir de la gente,. Cuando el Cabo salía de clases jugaba un par de horas de baloncesto, iba a bañarse al albergue (estaba becado) y por la noche iba a la biblioteca. El Cabo entraba por su puerta y lo empezaban a llamar de esta mesa o de aquella, para que les ayudara con los ejercicios que debían resolver. Esto no tendría mucho de particular, salvo que los problemas eran los de cualquier ingeniería y cualquier año. No era un gran lector, la gente le explicaba un tema al Cabo, posiblemente mal explicado y después éste se los explicaba a ellos, bien explicado. Así iba la cosa hasta que cerraban la biblioteca a las doce de la noche. El Cabo estaba haciendo todas las ingenierías y todos los años a la vez.

Esta práctica cotidiana hacía que fuera frecuente que el Cabo dormitara en clase, recuerdo que en una oportunidad, uno de los grandes profesores que tuvimos, el ingeniero Felix Bonne, mientras daba una clase de teoría de redes y llenaba de ecuaciones una pizarra, nota que el Cabo dormía y su enorme cabeza daba tumbos de un lado para otro. Mandó a que lo despertaran y el Cabo, se deshacía en disculpas, no había terminado con ellas cuando no puede evitar ver una contradicción en una de las ecuaciones de la pizarra y le pregunta a Bonne…eeehhh…no falta un término en la ecuación 9?  Bonne miró aquella pizarra que apenas ya le quedaba espacio para la conclusión, se puso la mano en la barbilla…mueve la cabeza hacia los lados y virándose le dice…Cabo, por que no sigues durmiendo?…

Había un problema en el libro de termodinámica de Sears, que tenía la leyenda de no haber sido nunca resuelto por alumno o profesor alguno, al menos así nos dijo el nuestro en forma de reto. El problema consistía en calcular la altura de una gota de mercurio y no se daban más datos. Mi ego no soportaba un reto de esa naturaleza y a los pocos días me aparecí en la CUJAE con la solución, 3 milímetros! No era tan complicado, sólo requería de un golpe de ingenio. Bastaba con suponer que la gota era un cilindro  de altura variable pero volumen constante y se obtenía la expresión de su energía potencial en función del área exterior, la altura de la gota sería aquella para la que la energía por unidad de área se hiciera igual a la tensión superficial, elemental Watson!. Convencido de que era un genio, voy al Cabo con aquello y este me dice…la curvatura de la gota la hace un poco más alta y para ilustrarme, abre aquella libreta sucia que contenía las cosas más diversas e inopinadas, desde ecuaciones y gráficos hasta caricaturas y poesías.  Al fín logra encontrar  una página llena de integrales, expresiones trigonoexponenciales y un dibujo de la gota con construcciones geométricas auxiliares, en una esquinita pude ver un numerito que decía 3.12mm. El Cabo había resuelto la gota de verdad! pero me dijo que no divulgaría su trabajo aun, pues no tenía elegancia. No se si es que nunca tuvo el tiempo para elegantear aquello o si es que no quiso aplastarme con la superioridad de su resultado…tiendo a creer que fue esto último.

Cuando terminaba el segundo año de ingeniería, choco con que ya ahí se acababan las llamadas ciencias básicas y que lamentaba mucho eso. Alguien me habla de la escuela de física y de lo que allí se estudiaba y eso me llenó de fantasía. Realmente lo de ingeniería fue porque el ejército, era militar en aquella época, malamente aprobó eso por la relación directa que tenía con lo que yo hacía, pero nunca hubiera aprobado física, además ni siquiera sabía que existía es carrera. Persistí hasta encontrar la forma para cambiar de carrera y le comuniqué al Cabo de mis planes, demoré solo unos segundos en convencerlo de que lo nuestro era la física. A estas alturas, aun no se si es que realmente lo persuadí o lo hizo por amistad, por acompañarme en la aventura. Ese año después de aprobar unos 10 exámenes de diferencia entramos en tercer año de la Escuela de Física de la bicentenaria Universidad de la Habana. La liga allí era más fuerte y sentí que esa era mi liga, pero no la del Cabo…ese seguía pasado de liga.

Recuerdo que un día el Cabo llega a la casa, "encuero acere, encuero" como solía decir para indicar que no estaba preparado para examen. Era nada menos que el día antes de la prueba de la temida electrodinámica y me pide que le explicara remedialmente el tema que iba a examen. La razón de por que no había estudiado? Nada, era porque hacía días andaba por la CUJAE repasándole a los “socios” de ingeniería...digamos civil, problemas de vigas conjugadas o cosas así. Pegaba yo a explicarle algún desarrollo y de pronto el Cabo, se rasca la pasa y me dice...”caballo, no me llevé esa”. Allá iba el  bobo con la misma explicación y el Cabo volvía con el "no entiendo" y así tres o cuatro veces hasta que tímidamente me dice...y tu puedes asegurar que esa integral de volumen se anula sin demostrar primero que es continua? Ñooo! pequeño detalle, había metido recia cañona y se la había hecho tragar ya a todo el mundo en el aula. Dos o tres manipulaciones más, con la ayuda del Cabo, y la cosa salía como debía salir. Desde entonces, cuando el Cabo me decía "No entiendo" antes de repetir la explicación, le preguntaba...Cabo, de verdad no me supe explicar, o es que está mal de a viaje? ..., no me hagas perder el tiempo, no te preocupes nunca lograrás herirme con eso, mi autosuficiencia no tardará en encontrar algún argumento para convencerme de nuevo que soy un genio.

Tanto el Cabo como yo nos quedamos como profesores en la universidad después de graduados. El Cabo no podía remediar aquello y cuando le tocó ser profesor la cosa ya llegaba al colmo, era incapaz de señalarle un error a un alumno en clase o en prácticas de laboratorio. La Escuela de Física era un ambiente propicio para el engreidoignoramus y este se daba como la verdolaga, en una oportunidad tuve la misión de visitar una clase de Cabo. Impartía algo así como Física del Estado sólido, no me acuerdo exactamente, pero si de aquel espécimen que levanta la mano para hacer una pregunta y comienza a disertar, hilvanando disparates científicosonantes. El Cabo era incapaz de interrumpir a alguien cuando hablaba, ni siquiera a un engreidoignoramus. El tipo se extendía y el Cabo asentía como si aquella payasada tuviera algún sentido. Recuerdo que aquel tipo le hubiera utilizado todo el tiempo de su clase si yo no lo interrumpo, para decirle a él y al resto, del raro privilegio que tenían de estar escuchando al mejor físico que posiblemente tuvieran la oportunidad de conocer en sus vidas, en fin, que se callaran, que yo también quería escucharlo. El Cabo no sabía donde meterse con aquella apología. Si dando clases era un desastre, examinando..no, no se le podía dejar examinar. El Cabo le hacía una pregunta al alumno, este contestaba cualquier disparate, el Cabo le decía que estaba bien, no obstante. se la explicaba correctamente y con la misma le daba el máximo de puntuación. Con el Cabo, ningún alumno tenía problemas,  nadie jamás lograría suspender por más que lo intentara.

No sólo eran anecdóticas las manifestaciones de genialidad del Cabo, también lo eran las relativas a su naturaleza distraída mezclada con esa extrema consideración suya por el prójimo. Un día el cabo iba caminando por la acera de los estudios de televisión de CMQ cuando se tropieza con mi madre que trabajaba allí, el Cabo la saluda y empieza a conversar con ella mientas caminaba. Mi madre, que es bastante distraída también, siguió la conversación durante las tres cuadras que la separaban de nuestra casa, cuando llega a la entrada y se da cuenta de que todavía el Cabo venía con ella le comenta, no me habías dicho que venías para la casa, y el Cabo le contesta, no, yo iba para la universidad (sentido contrario completamente!) pero como me estaba hablando, no quise interrumpirla…

En otra ocasión nos íbamos un grupo de cuatro o cinco en pos de un almuerzo en un restaurant chino cercano a la universidad, en eso nos encontramos con el Cabo que caminaba con ese su paso incierto que uno nunca sabe bien si viene o va, y le decimos anda Cabo ven con nosotros que  vamos a almorzar al Mandarín, el Cabo se une a aquel grupo de hambrientos. Nos sentamos, pedimos y comemos, al final, alguien observa que el Cabo casi no ha comido y alguien le pregunta..Cabo y eso tu desganado? Y el Cabo explica… es que cuando me encontré con Ud. ya yo venía de almorzar aquí, pero como me invitaron con tanto entusiasmo me dio pena decir que no.

 El Cabo siempre ha sido una de esas personas que más honrado me hacen sentir de haber conocido. El Cabo ha trabajado con grupos de física teórica de Rusia, Italia, en el acelerador CERN de la Unión Europea y hasta un Instituto en los EU que ahora no recuerdo el nombre, pero siempre regresa a Cuba porque piensa que tiene ese compromiso con sus coterráneos, en mi opinion, su compromiso debía ser con la humanidad y debía trabajar donde mejor pudiera emplear esos talentos suyos que trascienden cualquier territorialidad. Fue esa la última vez que lo ví, visitó mi casa en la Florida, es la única persona a la que le creo cuando se dice pacifista, yo no lo comparto, pero sé que su posición es consistente con la pureza de su espíritu. Pero la honra no sólo emana de su genio sino que es uno de los mejores seres humanos que he tenido la oportunidad de conocer. Si algo positivo pudiera salir de la clonación humana sería la del Cabo.


El Bisté

En la bicentenaria Universidad de la Habana habían escuelas famosas por la abundancia y belleza del personal femenino: Psicología; Biología y hasta Química tuvo su año estelar cuando contó entre su estudiantado con Cristina Díaz que fue reina del Carnaval de la Habana. Física, esa si que si algo no la caracterizaba era el mujeramen, siempre fue el más escaso de la Universidad. Las carreras más pródigas en mujeres eran aquellas que los Físicos consideraban más “fáciles”.  

Los nuevos alumnos enseguida conocían de la variante del principio de incertidumbre de Heisenberg aplicado al fenómeno en cuestión. El principio enunciado con el máximo de vulgaridad rezaba: el producto de seso por culo es una constante.  A pesar de que por física pasaron no pocas muchachas de buen ver y de seso nada escasas, los varones de física gustaban de insistir en la validez del principio, quizá hasta para mortificar a las pocas mujeres de física.

No fue hasta que entró a en primer año una distinguida llamada Vivian de la Incera que el principio se hizo insostenible, hubo que al menos admitir excepciones e imponer límites a su validez. Lo de Vivian era tan descomunal, que la bautizaron con el nombre de “el Bisté”, lo que no cuadraba con el nombre, era que el Bisté no se comportaba como solían comportarse las mujeres en esa categoría, ella no parecía estar consciente de que paraba el tránsito... pero no, no era inconsciencia, era que no le importaba demasiado el efecto de sus feromonas. Era esa actitud de... si te quieres calentar los metales, ese es un problema tuyo. El Bisté era como dicen aquí “all business”, totalmente seria, aplicada y excelente en las asignaturas. La ausencia total de ese habitual flirteo femenino hacía que uno hasta se olvidara de su monumentalidad y su presencia se convirtiera en algo tan habitual como aquella estatua del ángel al pie de las escaleras del edificio de Física.

 Un buen día se enamoró de un muchacho, también de la Escuela de Física, se casó y su matrimonio aun perdura después de más de 20 años. El Bisté pasó por la Escuela de Física y dejó como legado importante el haber, de una vez por todas, demostrado la incertidumbre en su principio de incertidumbre.

Nota: Actualmente el Bisté, mejor dicho... la Dra. Incera, trabaja en una de las buenas universidades americanas junto con su esposo. La estatua del ángel al pie de la escalera?… ante la inminencia de un evento político internacional, de total intrascendencia, el Partido Comunista de la Facultad la quitó por considerarla una inaceptable evocación religiosa. Esa también dejó una huella imborrable... un grosero redondel en aquel otrora impecable piso de mármol.