Parece a que a medida que me pongo viejo, voy viviendo más de mis recuerdos o quizá es que los aprecio más al parecerme que ya la vida corre a un ritmo en que se generan menos cosas a contar. Hace unos días visitaba una página de Internet donde alguien tuvo a bien publicar unos files MIDI de temas escogidos de distintos géneros cubanos (los Files MIDI no son grabaciones como los WAV, sino un código que hace que la tarjeta de sonido de la computadora sintetice la música). La intención era mucho mejor que la factura de estas melodías, todas sonaban a “música de caballitos” y eso hace rato que no puede justificarse con limitaciones de los medios de computación.
Mi memoria viajó a La Habana, era el año 1971, se celebraba el 1er Encuentro de Técnica Digital auspiciado por la institución que, en Cuba, se había situado a la cabeza en esa tecnología, el CID o Centro de Investigación Digital. En aquella época, el CID pertenecía la Facultad de Tecnología de la entonces pujante Universidad de la Habana, que después pasaría a ser la ISPJAE (Instituto Superior Politécnico José Antonio Echevarría) y el CID que pasaría a ser un instituto independiente, el ICID (Instituto Central de Investigación Digital), para, en ambos casos, dejar de ser cabecera y/o pujantes. Pero regresando al encuentro, aquel fue el momento de su apogeo, habían logrado construir una computadora que, a pesar de estar inspirada una de la Digital Equipment, PDP-8, no dejaba de ser un logro a reconocer y celebrar. Su director, José Luis Carrasco, compañero mío de cuando el ejército y los cohetes, tuvo el mérito de reunir y coordinar los esfuerzos de un equipo muy competente, entre los que se encontraban Orlando Ramos, que fue el diseñador principal del hardware y Luis Vals el diseñador principal del software que lograba correr en aquellos primitivos ingenios.
Vals era un tipo muy singular, no era una persona fácil de tratar, cuando estaba ensimismado en sus pensamientos, no sólo que no saludara, tampoco contestaba el saludo, ni cualquier otro tipo de interpelación, a no ser que esta fuera, no sólo violenta, sino persistente. Una de las modalidades más comunes de esos estados meditativos de Vals era la de urdir sus complejos algoritmos mientras tocaba el piano, si porque además tocaba el piano y lo hacía muy bien. El piano le permitía justificar eso de ignorar cualquier comentario o pregunta que se le hiciera. Cuentan que una vez se encerró en su cuarto y tocó piano durante dos días sin apenas salir de ahí, pero cuando salió, pegó a escribir y casi botó el sistema operativo de la CID 101 de una tirada.
Aquel fue un grupo de leyenda, pero volviendo al encuentro, para hacer que la compleja técnica digital atrajera también la atención de los legos en la materia, entre Ramos y Vals habían logrado que aquella computadora tocara música. La altura de los tonos seguida por el tiempo, esto en una cinta de papel perforada (era aun la época del confeti y las serpentinas, todavía faltaba para las cintas magnéticas) constituía la data que el dispositivo de Ramos convertiría en sonido por una bocina unida a un puerto. Vals antes de partir hacia el extranjero había dejado una cintica de papel con los datos que lograban interpretar el “Para Elisa” de Beethoven.
Carrasco me lleva ante la obra de su colectivo, y aunque me impresionó el logro, se me ocurrió decirle que la gente iba a pensar que tenía una cajita de música adentro, ese “Para Elisa” es el tema más abusado de las cajitas de música. Lo dije como una broma, pero noté que Carrasco, que tenía una beta de “businessman” digna de Wall Street, no había tomado el comentario tan a la ligera, fue entonces que añadí “porque no le programan el Son de la Loma?”. A una computadora cubana le pegaría más que tocar a Matamoros que a Beethoven. Acababa de vender la idea y de pronto, sin proponérmelo, acababa de integrar aquel equipo. Ramos arguye que Vals no está, quien iba a programar el Son de la Loma? Carrasco le dice a Ramos: “este es hijo de Cuca Rivero, el tiene que saber algo de música” (en ese error ha caído más de uno), sin chance a aclaración alguna, Ramos me entrega un documento donde se describía como se programaba aquello.
Desde sus orígenes, las computadoras, en vez del sistema decimal que utilizan los humanos de 1,10,100,1000… como ni aun las más primitivas tuvieron que contar con los dedos, internamente usaron el sistema binario de numeración, uno que va en potencias de dos o sea 1,2,4,8,16… Para CID 101, la música fue reducida también a lo binario, los valores de tiempo eran la redonda 1, blanca ½, negra ¼, corchea 1/8…; las notas eran sólo doce frecuencias distintas y las demás, se obtenían dividiendo entre potencias de dos esas doce. El programa era también sencillo, tocaba un compás de acuerdo a los valores que había leído de la cinta, de manera que leía cinta y tocaba el compas, leía y tocaba. Para que tocara sin interrupción, sólo había que empatar la cinta para que formara una lazo, logrando así una versión electrónica del Órgano de Manzanillo. No hay que olvidar que en las computadoras de aquellos tiempos todo era en Kilo y hoy la cosa es a nivel de Giga. Cuando ya había entendido como era que aquello funcionaba, le dije que en eso del solfeo y teoría, lo que es la teoría, más o menos, pero que lo del solfeo no se me daba. En efecto, con una partitura pudiera haber hecho una cintica de datos, pero era incapaz de escribir una a partir de conocer sólo la melodía. Fue entonces que propuse, “y porque no voy a buscar a Mami y la traigo para que nos ayude con esto?”. La presencia de una “celebridad” ayudaba a patrocinar mejor aquello, Carrasco, en su gran talento comercial, ya estaba viendo el cartel sobre la computadora…”Melodía programada por Cuca Rivero”.
No me fue difícil reclutar a Mami para aquella aventura, ella conoce bien de mi insistencia, lo que hubiera hecho inútil cualquier intento de resistirse y además, en el fondo, la curiosidad le roía, por lo que conseguir a Cuca fue un ir y virar al FOCSA que no estaba ni a tres cuadras del lobby del Habana Libre, que era donde se iba a celebrar el encuentro. Una breve explicación y comienza Mami a poner numeritos en un papel que le había preparado. No había puesto el tercer numerito cuando pregunta con esta inocencia que aun la acompaña hoy a sus 87 años - “y como se pone aquí una corchea con puntillo?”- se hizo un silencio, hubo miradas…hasta que Ramos con cara de quien le bajan de pronto los pantalones, hace la pregunta que se caía de la mata - y que es eso de una corchea con puntillo?-. Ah, eso es muy frecuente en la música cubana - le dice Mami y sin dejar que nadie la interrumpiera, comenzó una conferencia musicológica sobre la síncopa cubana, sus orígenes africano-flamencos, la habanera, la contradanza y no fue hasta el Son de la Mateodora que paró para coger aire, lo que aprovechó Ramos para preguntar - ese puntillo ... no pudiera ponerse como una combinación de fusas y semifusas o algo así? - Mami - no, no se trata de que sea una forma de abreviar la escritura, significa que el sonido se alaaaarga la mitad del valor de la nota - Ramos en seguida se percató del desastre - Queeee! O sea que esa corchea con puntillo no es ni un octavo ni un cuarto, sino un tres dieciséis? - Mami - si - un “si” corto seco y esbirro. Ramos, subió las cejas y suspiró un casi inaudible “ñó”, con resignación - Mami - si quieren puedo escribirla sin el puntillo, pueda que aun se parezca algo al Son de la Loma pero no creo que...enseguida nos transamos por esa y en un dos por tres escribió los numeritos, hicimos la cintica pero tal como nos previno … aquel Son, no era de la Loma. Se probó sustituir el puntillo con una semicorchea, un compás para cada nota y cambiarlo todas las veces, más otras tantas cosas sin demasiada lógica que acumularon confeti y serpentina como para un carnaval… pero nada, que “de donde serán?” pues quizá de Galicia. Mami y su corchea con puntillo acabaron con aquella flamante primera computadora cubana que dirían que era capaz hasta de tocar a Beethoven, sin embargo, no pudo tocar a Matamoros.
Sirva este cuento de homenaje a Carrasco, Ramos y a Vals, de éste último no sé en que rincón del olvido se encuentre, Ramos murió de un infarto masivo, los periódicos oficiales no encontraron ni siquiera un pequeño espacio para decir que el que fue el padre de la computación en Cuba había muerto. Carrasco, me contaron el otro día que murió por complicaciones de una operación sencilla debido a una contaminación en un salón de operaciones. Y, aunque en Cuba, a los artistas no le faltan homenajes y menos a la “Profesora Invisible” de tantos niños cubanos, que sirva también de homenaje a Cuca Rivero, que es mi Mamá…que caraj!