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Visita al Laboratorio Clínico
Me reía con la película, “The American Pie 2” y me maravillaba pensando en la genialidad del team de humoristas que habían inventado aquellas increíblemente ridículas situaciones para esos personajes. Fue entonces que me acordé de mi última visita al laboratorio y reconsideré. Quizá no fue un equipo de humoristas sino unos cuantos tipos como yo, con talento para el ridículo, pero que a la vez no se toman demasiado en serio y se animan a compartir sus anti-heroicas historias.
Pues me tocaba mi examen periódico y como generalmente esto tiene asociado esperas y mi carácter ansioso no me permite perder ese tiempo, me traje mi computadora portátil para ir adelantando trabajo. Esta vez me sorprendió gratamente el ser llamado apenas a un minuto de haberme presentado. La suerte me volvió a sonreír cuando me tocó una enfermera bonita y rápida. Sangre, muestra 1, 2, 3, presión, peso y cuando ya me preparaba para irme... me da una copita plástica con tapita. Ñ!... se me había olvidado esa parte del proceso. De la casa no había traído ganas ninguna, pues había orinado antes de salir y allí todo había sido tan breve que la copita me parecía un cubo. Viéndome sin alternativas tomé la copita con tapita, computadora bajo el brazo y maletín en mano, y me encaminé en la dirección en que la enfermera bonita me apuntaba el baño. Entré con todo aquello y lo acomodé sobre la taza como pude, me bajé el zipper de mis pantalones encontrándome con una dificultad inesperada… Me estrenaba un pullover blanco que, aunque me había quedado largo, decidí ponérmelo de todas maneras por dentro del pantalón… Perfecto, pensé, nadie podría notar nada raro así, pues ahora toda esa tela en exceso bloqueaba el acceso a la portañuela del calzoncillo. Para acceder al dispositivo urinario masculino tuve que sacar como nueve pulgadas de trapo blanco hacia afuera, pero una vez allí tenía que usar una de las manos para mantenerlo alejado de la esperada actividad hidráulica. O sea, que copita, tapita, dispositivo y trapo estaban llevando mis dos manos al límite de sus posibilidades de empleo simultáneo, lo que no ayudaba a la concentración necesaria para orinar sin ganas.
Llevaba como un minuto de concentración y ya empezaba a sentir ese cosquilleo que anunciaba el chorrito inminente cuando... sonó mi celular. Aquello me turbó y de pronto me vi haciendo malabares con la copita, tapita, dispositivo, trapo y ahora celular. Era mi esposa, que quería saber como me iba. Le expliqué muy brevemente la situación por la que atravesaba y, revirtiendo los malabares, logré recuperar todo a las posiciones anteriores a la llamada. Tras un esfuerzo de concentración digno de monjes tibetanos, comenzaba a sentir un atisbo de cosquilleo, pero cuando ya parecía que la primera gota iba a aparecer... tun, tun! Alguien, al que ya mi demora desesperaba, tocó la puerta en tono demandante. Quedó claro que cualquier esfuerzo ulterior sería inútil, le puse la tapita a la copita, tomé mi computadora y el maletín como pude y con lo poco que quedó libre de ambas manos, no sin trabajo, logré abrir la puerta.
Afuera ya se había formado una cola de personas, copitas en mano. Me abría paso hacia las sillas del salón de espera notando que varios me miraban de arriba abajo. Antes de que pudiera caer en cuenta de lo que pasaba, la enfermera bonita se me acerca y muy seria, me dice... -Señor, súbase la portañuela por favor. Ño! cuando miro hacia abajo, veo, en alto contraste con el fondo azul oscuro de mis pantalones, aquellas prominentes nueve pulgadas de trapo blanco que parecían envolver un colosal aparato urinario. Turbado por la vergüenza, no atiné a desocupar mis manos primero antes de proceder y dejé caer el maletín, que al ser de esos metálicos, no lo hizo en silencio precisamente. Tratando de evitar la caída del maletín la computadora iba también víctima de la gravedad, lo que me obligó a muy ostensibles malabares con la copita, que terminó rodando por el piso. Cuando terminó el zafarrancho, los pocos que se habían perdido el comienzo del show pudieron disfrutar de su final y ante todo aquel respetable público, tuve que reacomodar aquel trapo y subirme la portañuela después de trabárseme varias veces.
Para una persona menos habituada al ridículo ese hubiera sido el momento perfecto para irse muy lejos de allí, pero yo, aunque ganas no me faltaban de que la tierra me tragara, opté por quedarme, de lo contrario hubiera tenido que repetir mi visita para completar el procedimiento. Con todos los ojos encima recogí mi maletín y la copita, que se había ido rodando hasta casa del carajo. Me senté y abrí mi computadora con el fin de que el concentrarme en el trabajo me abstrajera de aquella situación. Y casi lo logro, de no ser porque no pude evitar oír cuando una enfermera preguntaba bajito a la bonita -¿y que hace el exhibicionista todavía por aquí? ... la bonita le contestaba - no ha podido orinar, seguro tiene problemas con la próstata. No conforme con quedar como el “exhibicionista prostático”, me decido a iniciar inmediatamente un segundo intento y parto de nuevo con computadora, maletín y copita hacia el baño aprovechando que la cola había desaparecido.
Vuelvo a repetir, esta vez con mayor destreza, el acomodo del maletín, computadora, copita, trapo y dispositivo, y vuelvo a aquello de la concentración, que esta vez, se veía muy perturbada por ese temor a no poder. Que va! Pasan uno o dos minutos, cosquilleo que viene y se va, hasta que... Tun-tun, pa’fuera de nuevo. Aunque esta vez evité el exhibicionismo, el segundo fracaso afianzaba lo de prostático.
Así, otros dos intentos más y ya llevaba más una hora. Cada vez como que veía más lejos el poder orinar en aquella maldita copita. Razoné que ya era tiempo de que algo hubiera en la vejiga, el problema era psicológico. El stress de tener que orinar antes del tun-tun era lo que no me dejaba. Se me ocurrió entonces ir al baño de la consulta de mi médico, que aunque está en el mismo edificio de ese hospital, hay que caminar como una milla. Así lo hice, allí pude dejar maletín, computadora y hasta el celular con la secretaria. Esta me dio la llave de ese maravilloso baño casi totalmente ausente de demanda y bueno... esto no podía seguir por siempre, no?