Puede Venir de
Sport
La relaciones internacionales que venían asociadas a la dirección de EICISOFT,
aquella empresa cuasi-clandestina, no se asemejaban a las que estaban
oficialmente previstas en la Cuba de los 80. El dirigente perfecto para el
concepto oficial, era aquel le “sacara” todo lo que el extranjero se dejara
sacar sin establecer la más mínima relación de amistad. En aquella Cuba,
cualquier extranjero era visto como un enemigo potencial, independientemente de
cuan comunistas y/o amigos de Cuba dijeran ser. Esta paranoia se cernía en
especial sobre aquellos de países capitalistas, aunque los de los países
“amigos” no estaban completamente excluidos. Sólo los departamentos encargados
oficialmente de la atención a extranjeros eran los que estaba previsto
ofrecieran esa atención dentro de los marcos establecidos. Las tales atenciones
estaban jerarquizadas, los visitantes extranjeros, de acuerdo a la categoría que
les tocara, se les invitaba a restaurantes de tipo A B o C, podía tocarles una
noche en Tropicana o quizá hasta una excursión a Varadero, todo dependía de cómo
fueran clasificados y en ningún caso les faltaría uno o más informantes de la
seguridad del estado para acompañarlos a dondequiera que fueran.
Los socios comerciales de EICISOFT, salvo raras excepciones en las postrimerías
de su esplendor, venían a Cuba por sus medios y sin invitación oficial, de
manera que tenía que hacer malabares para corresponder a las atenciones de que
había sido objeto en sus países. Si en aquella época, uno invitaba a un
extranjero a un restaurant normal, uno que no fuera de esos de protocolo a los
que no tenía acceso yo, la administración de los mismos estaba instruida de no
aceptar el pago en moneda nacional, como la mera tenencia de divisas por parte
de un cubano estaba penalizada, pues era el invitado el que debía pagar. La
única forma que había encontrado para la correspondencia de atenciones era el
invitarlo a alguna velada musical de esas que eran comunes en casa de mi madre.
En 1957 mis padres compraron un apartamento en el elegante edificio FOCSA, el
más alto de La Habana. Yo viví allí mi niñez y adolescencia. Después de casarme
me mudé, pero frecuentaba a mi madre que aun vivía allí con mi hermana, el
esposo de ésta y su nieto. El edificio aun cuando sus servicios y comodidades no
eran ya ni la sombra de los que una vez fueron, todavía “daba el plante” y me
servía como casa de protocolo particular. Mi madre, Cuca Rivero, había trabajado
desde los albores de la televisión como directora coral y musical en los
programas de mayor rating, pudiéndola clasificar aun como celebridad. El que si
era un pianista y compositor célebre ya en los 80 era mi cuñado Jose María
Vitier, el esposo de mi hermana. La presencia de celebridades traía otras y en
aquellas tertulias musicales, que se formaban por generación espontánea, solían
participar los mejores músicos de Cuba. Ningún concierto, recital o show, que
organismos oficiales pudieran ofrecer a un visitante, podían competir en nivel
musical con aquellas tertulias.
Ya había ido múltiples veces a Japón y disfrutado allí de la hospitalidad de
Taminori Baba cuando este visitó la Habana por primera vez. Se imponía pues, el
invitarlo a una de las mencionadas tertulias. Llegado el momento adecuado,
formulo la invitación que es aceptada con entusiasmo. Al término de la jornada
de trabajo le dejaba en el hotel que se había hospedado, que eral el Habana
Libre, el antiguo Havana Hilton y que estaba a escasas tres cuadras del edificio
FOCSA, cuando me pregunta- “How should I dress?”. Le contesto con una
traducción directa al inglés de la expresión cubana “puede venir de sport”,
cuando la respuesta debió haber sido - “You may wear casual”.
Otra de las ventajas del FOCSA era que, al ser tan alto, se veía de todos lados,
no podía haber pérdida, por lo que Baba San (Señor Baba en japonés) me dijo que
no era necesario que lo fuera a buscar, que el sabría llegar a mi apartamento.
Unas horas más tarde, ya se animaba la reunión cuando Baba San toca a la puerta,
le abrimos y este aparece de blanco, con short, medias largas y tenis. No, no
traía raqueta ni pelotas de tenis consigo… estaba simplemente vestido de
“sport”. Los asistentes a aquella tertulia, aunque acostumbrados al estrafalario
vestir del mundo farandulero, coincidieron en un silencio que se hizo
ostensible. Estarían todos como yo, tratando de imaginar lo que debió haber sido
ese trayecto del hotel al FOCSA… un chino atravesando la Rampa a las nueve
de la noche con ese estalaje.
Pasado el estupor, sorprendía Baba San a los asistentes con su aguda percepción
de la influencia de Handel en la música de Jose María, la cultura no iba con el
atuendo. Aquella tertulia, aunque especialmente divertida con la presencia de
Baba San en perfecto ajuar de tenis, no pudo durar mucho, el Partido de
Ministerio de comercio exterior donde trabajaba Silvia, mi hermana, había
abrazado las directivas que hacía años estaban vigentes para las Fuerzas
Armadas. Estas prohibían a sus miembros cualquier contacto con extranjeros,
ahora los de Comercio Exterior caerían también en pecado mortal de acercarse a
algún extranjero sin mediar algún tipo de permiso, que, en los tiempos que
corrían, nadie se atrevía a otorgar. Ese día Silvia tuvo que evitar el estar
presente y cuando llegó, fingió un ataque de asma para justificar el no sumarse
a la tertulia. Una situación como esa, no era prolongable y esto obligó a
abortar aquella inolvidable actividad.